Después de tres meses sin escribir (¡tres meses!), hoy vuelvo, feliz por volver a compartir estos maravillosos momentos de "introspección liberada" con vosotros. El motivo de mi ausencia no lo tengo claro pero qué más da, lo importante es que si no he venido ha sido porque estaba en otro lugar y si esta noche estoy aquí es porque, de nuevo, deseo contaros una de mis historias. Aquí os la dejo y espero vuestros comentarios (en especial los de la persona que me inspiró, Pepe Molinero).
Matildita era una niña alegre, extrovertida, generosa y muy querida por su familia y por sus amigos. Era especialmente feliz cuando compartía risas, juegos y aventuras con las niñas y niños del parque, sus compañeros de colegio, sus amigos en los fines de semana y en las vacaciones... Matildita era una niña presumida, creativa, con un gran espíritu aventurero, muy inquieta y con gran capacidad de comunicación. Sus amigos la querían de verdad, era divertida, muy solidaria y en fin, un encanto de niñita.
Matilda hoy cumple 40 años y ha comprado su billete para el tren de los recuerdos... Hoy la encontré llorando, en el compartimento de mi derecha, contemplando el paisaje lluvioso de su memoria. Matilda ha contemplado su vida a través de una mirada demasiado habitual, la de una mujer perdida en su pasado, ahogada en su presente y tristemente escéptica ante su "prometedor futuro".
- Buenos días, ¿te ocurre algo?. Toma, un kleenex, a mi me sobra, acostumbro a llevar un cargamento entero en el bolso (objeto de primera necesidad para mujeres estupendas de 40 cuya vida parece -sólo parece- derrumbarse)
- Hola, muchas gracias. Lo siento, vaya espectáculo estoy dando, suerte que sólo estás tú en el vagón.
- No te preocupes, todas lo hacemos, en mi caso, no perdono un solo día, a veces pienso que lloro por placer... ¿Te puedo ayudar en algo?
- Quiero ser Matildita.
- ¿Y quién es Matildita?
- La niña que perdí no sé dónde, ni cuándo ni mucho menos por qué. No puedo vivir sin ella pero por mucho que viaje cada día una y otra vez en este tren no la encuentro, debe estar en otro lugar más alegre que mi vida actual.
- Ah... entiendo... Y... ¿podría preguntarte dónde la buscas?
- En todos y cada uno de los momentos importantes de mi vida, cuando nacieron mis hermanos, el colegio, el día en que me vino la menstruación, el instituto, mi primer amor, la universidad, mi graduación, mi primer trabajo, mi segundo amor, mi boda, mi separación, mis mil y una decepciones amorosas... Grito su nombre y no la hallo... Estoy a punto de desistir... Matildita se perdió para siempre y mis posibilidades de volver a ser feliz también...
- Matilda, me gustaría sugerirte un cambio. En lugar de buscar desesperadamente a Matildita, en tu pasado y en tu aburrido y decepcionante presente, ¿por qué no dejas que ella te encuentre a ti?
- ¿Y cómo me va a encontrar? Si seguro que ni me conoce... Matildita no se parece en nada a mí, salvo que llevamos el mismo nombre y en un tiempo ya muy lejano lo compartimos todo.
- Yo te ayudaré. Cierra los ojos... Relájate... Respira... Recuerda la imagen de Matildita, jugando, riendo, soñando una vida feliz... Dibuja su risita en tu boca... Siente el brillo alegre de sus ojos en tu propia mirada... Respira lentamente, recordando todos y cada uno de los grandes momentos que compartistéis... Abrázala porque lo necesita necesita... Matildita es muy cariñosa... ¿te acuerdas? No le exijas demasiado, ella ya es muy inconformista y autoexigente... Va a tope, siempre... Juega con ella, aplaude cuando caiga y cuando se vuelva a levantar... Matildita es única... Y quiere volver a estar contigo...
- Pero esto es sólo mi imaginación, Matildita ya se fue, ahora sólo queda de ella un nombre propio sin sentido, hoy Matilda es un vacío cubierto por una gran carcasa de lo que "debió ser Matildita", que nada tiene que ver con lo que realmente "quería ser Matildita".
- Tienes razón, Matilda, es sólo tu imaginación la que no te deja ver que, con el paso de los años, con tus acciones, con la atención a tus miedos, con la entrega de tus dones a quien no lo merecía... has formado una gran carcasa que han cubierto tu gran tesoro: la unicidad de Matildita, una niña especial que lleva mucho tiempo olvidada...
- ¿Y dónde está ahora? Se fue para siempre... no volverá... es imposible...
- Sólo si tu quieres, preciosa... ¡Vamos a acabar de intentarlo!. Pon tu mano encima de tu pecho... ¿Puedes sentir su corazón? Volvamos a su risa, blanca y transparente, sincera... Y a sus verdes ojos, que no tienen miedo y están llenos de ilusión y alegría... ¿Puedes sentir sus manitas tocándolo todo? La inquietud de Matildita no tiene límites... Y sus abrazos... ¿qué me dices de esos abrazos de oso que regala a todos los que la rodean?
- Es increíble... ya puedo sentirla... y me está mirando... y me sonríe... ¡¡¡no puede ser verdad!!!, ¿de verdad estás aquí Matildita?
- Matildita, has vuelto y ahora está en tu mano no volver a perderte jamás. Matildita eres tú Matilda, y Matilda, tú eres Matildita... Esto no me lo he inventado yo ni es fruto de tu imaginación... Todos llevamos a nuestro niño interior dentro de nosotros pero en lugar de atender a sus alegres gritos y a veces, tristes lloros, estamos demasiado ocupados en resolver "problemas importantes" que no hacen más que agrandar la carcasa que ciega nuestra inocencia, nuestra alegría natural, nuestros verdaderos sueños... La conciencia primaria de nuestro niño interior descubre muchos secretos para hacer que nuestra vida sea coherente con quienes realmente somos y con lo que realmente deseamos...
- Querida amiga, muchísimas gracias por este maravilloso ejercicio... Este kleenex será como un talismán para mí, hace un rato secó las lágrimas de una Matilda adulta llena de miedos, de sueños rotos, de decepciones acumuladas... A partir de ahora sólo lo sacaré para secar los mocos de mi Matildita, que vendrá refunfuñando porque he interrumpido sus juegos... Entonces la acariciaré, le limpiaré la naricita y le diré: Matildita, sueña, ríe, salta, vuela... No tengas miedo de ser tu... Tú eres única y especial y yo siempre estaré aquí para protegerte de una Matilda que no quiero que vuelva nunca.
Y así fue como Matilda recuperó a su niña interior y prometió cuidar de ella por el resto de sus días.
Se ha escrito mucho acerca de los efectos más o menos terapéuticos de la "memoria feliz". Matildita es la "memoria feliz" de Matilda y es un anclaje excepcional para recuperar la ilusión en los momentos difíciles. Todos tenemos la posibilidad de volver a atender a nuestro niño/a interior ya que, por mucho que crezcamos, nuestras emociones más sinceras no dejan nunca de ser las mismas que teníamos cuando éramos niños, ya que son las más auténticas y las que están mejor conectadas a nuestra esencia personal".
Un fuerte abrazo y os deseo una muy feliz semana. Ah! Y bienvenidos todos los niños interiores que lleváis dentro, espero conocerles muy pronto...