La reflexión de hoy va sobre el apasionante mundo de las virtudes y los defectos, sobre cómo nos autoflagelamos, centrándonos en todos aquellos puntos negros que ensombrecen nuestra personalidad y sobre cómo, por si no fuera suficiente, también solemos sentirnos eclipsados por el brillo de todas las virtudes que vemos en los demás y que no hacen más que recordarnos que, de nuevo, no estamos a la altura.
¡Basta ya! ¡Todos estos pensamientos son tan imaginarios como sus contrarios! Poco a poco he ido comprendiendo que una existencia más o menos feliz se fundamenta en tomar conciencia de la suerte que tenemos, que no es más que querernos tal y como somos, ser lo que ya somos es la mayor de las aventuras que podamos emprender en este mundo, ya que no es fácil ser genuino en un universo lleno de copias, modelos y estereotipos de lo que debe ser una persona feliz y de éxito.
Y aunque mi sugerencia es siempre velar por un sano equilibrio y gran respeto para garantizar una buena convivencia con los demás, precisamente la floración de nuestros peores defectos son una gran oportunidad para explorar nuestro mundo interior e intervenir en su mejora, siempre que decidamos que algo en nosotros sería mejor si fuera diferente. Es por ello que estoy siguiendo un plan que se centra en no ver los defectos como puntos negros irresolubles de mi persona sino como áreas de mejora, sin prisas, sin agobios... Ya que la suerte que tenemos si decidimos seguir esta aventura es que la misma durará toda la vida.
Sugiero que diferenciemos dos aspectos de una misma realidad: defecto/virtud y valor. Lo explicaré con un ejemplo. La generosidad, en principio, se percibe como una cualidad positiva de las personas, como una virtud. No obstante, la generosidad no siempre es una virtud, ya que esta cualidad no procede en muchas de las circunstancias vitales en las que nos hallamos. ¿La generosidad indiscriminada es una virtud? ¿Tenemos un patrimonio emocional infinito que nos permita regalar generosidad ilimitada a todos sin seleccionar a quien la obsequiamos? ¿Cuántas personas tienen consecuencias negativas y vidas desdichadas por una generosidad mal entendida?¿Es justo dar a todos por igual, lo necesiten o no, lo merezcan o no?
Con esta reflexión puntual deseo llamar la atención sobre la importancia de contemplar nuestras "virtudes" y nuestros "defectos" como puntos o diferentes niveles en un continuum que denominaremos "valor personal". El valor personal de la generosidad, lo tengamos desarrollado mucho o poco, puede ser virtud o defecto, dependiendo de la situación en la que nos hallemos. Y es aquí en donde toma relevancia uno de los descubrimientos más útiles que podemos hallar en nuestro proceso de desarrollo personal: la "conciencia situacional". Es clave ser conscientes en cada momento de la situación concreta en que nos hallamos, para interpretar adecuadamente la realidad que estamos viviendo y poder interpretar adecuadamente los hechos para pasar a la acción. Un mismo valor se puede tornar virtud o defecto en función de la situación concreta en que el mismo deba ser aplicado y, como no, en función de nuestra propia escala de valores para cada tipo de situación.
Como conclusión, transmitiros la buena noticia de que, si así lo deseas, nunca más te deberías preocupar de tus defectos (a partir de ahora los podríamos denominar "áreas de mejora") ni tampoco alardear de tus virtudes, ya que virtud y defecto son las dos caras de una misma moneda, el valor de que se trate y éste será positivo o negativo (virtud o defecto) en función de la situación en la que deba aflorar. Y si estás de acuerdo con esta reflexión, te animo a que tomes el compromiso de revisar tu "escala de valores" y ver cómo deseas estar en el mundo en cada situación. Esta decisión nada tiene que ver con normas morales impuestas por terceros, depende sólo de ti, de tus principios, de la formación de tus propios criterios y de la visualización de la persona que quieres ser en realidad, corrijo, de la persona que ya eres y que quizás no te atreves a mostrar al mundo.
Por último, la frase del día:
"La virtud es la disposición voluntaria adquirida (hábito), dirigida por la razón y que consiste en el término medio entre dos vicios" (Aristóteles)
Hasta muy pronto amig@.
Las virtudes, los defectos, los valores, son cosas muy variables, según la sociedad, la época y la ideología de cada momento.
ResponderEliminarYo valoro más el tema de la conciencia tranquila, pues todo lo demás es modificable, mejorable.
A veces ni siquiera nos damos cuenta de acciones que cometemos y es que según quien sea el observador tendrá un criterio u otro.
Hay que estar en paz consigo mismo y aprender día a día. Un beso.
Osane, das justo en el clavo cuando hablas de "la conciencia tranquila". Virtudes y defectos, como comento en el post, son a menudo dos caras de una misma moneda y como bien indicas en tu comentario, la apreciación positiva o negativa de un determinado valor o cualidad personal dependerá mucho "según quién sea el observador". Y como hay tantos criterios como observadores, una buena estrategia es convertirnos nosotros mismos en nuestro propio "Tercer Observador".
ResponderEliminarA tal fin, cuando me hallo ante una situación difícil de resolver, me gusta imaginarme como fuera de mi cuerpo, como si estuviera sobre mi cabeza observándome como tercero. A este "Tercer Observador" imaginario debo dotarle de recursos y criterios para poder valorarme de forma independiente de la circunstancia concreta en la que me hallo y para ello, estoy construyendo una lista de valores a observar en todo momento y valores a observar en algunas situaciones. Esta lista tiene la vocación de convertirse en mi "hoja de ruta decisional personal".
En esta línea, me gusta reflexionar y revisar a menudo si mis acciones son coherentes con mi propia escala de valores (hoja de ruta indicada) y cuando tengo que decidir, uno de los criterios principales que me llevan a optar por un camino u otro es precisamente si la elección me aporta coherencia e integridad conforme a los valores que yo misma he priorizado (si mi Tercer Observador no me pitaría "falta" sigo adelante, si creo que me aparto de dichos criterios sobre los que en algún momento me he comprometido en la lista, paro e intento posponer la decisión). En este sentido, voy descubriendo que, en función de cada situación, un valor puede ser defecto o virtud y ello depende de la circunstancia concreta y del peso o prioridad que yo misma he asignado a dicha cualidad sobre el continuum del que hablo en el post.
En fin, querida Osane, que seguimos aprendiendo, lentamente pero sin pausa...
Un abrazo
Yo tomo como modelo la naturaleza. Creo firmemente que la mayor virtud que se puede encontrar en alguien es su capacidad de adaptación al medio en el que está.
ResponderEliminarTal y como habeis dicho, las virtudes, los defectos, los valores son variables, permutables en el tiempo y condicionados a culturas y modelos de sociedad. Sin embargo, haciendo un símil con la teoria de Darwin, para sobrevivir uno debe adptarse al entorno.
Y adpatarse en nuestra sociedad significa ser mejores cada día.Por tanto, si tus valores, cualidades o hábitos son considerados defectos allí donde te encuentras debes ser capaz de absorber las "virtudes" de los demás.
Así pues, desde mi punto de vista no se trata de "autoflagelarse" y criticarse por los defectos propios sino ver en cada uno de los demás aquello que es mejor y adoptarlo como propio.